100 años de los Misioneros Claretianos en Gijón

Jueves, 17/03/2022
Versión para impresiónSend by emailVersión PDF

El 14 de marzo de 1922 los Misioneros Claretianos llegábamos a Asturias. Era la mañana de un martes cuando cuatro de ellos, tres sacerdotes y un hermano, constituían la comunidad en un edificio en la Carretera de la Carbonera. Desde entonces hasta ahora han pasado 100 años y han sido más de 100 los claretianos que han desarrollado su apostolado en la ciudad.

    

Nuestra Congregación había sido fundada en Vic (Barcelona) por San Antonio María Claret en 1849. Actualmente está integrada por más de 3000 claretianos repartidos en 69 países del mundo (también en Ucrania, Rusia y Polonia).

    

A Gijón llegamos llamados para facilitar la atención pastoral del barrio de El Llano, cada vez más poblado de obreros que se desplazaban de las zonas rurales a una ciudad que comenzaba entonces su expansión industrial. Colaboramos en el culto en parroquia de San Lorenzo y algunos de los misioneros se dedicaron a la predicación itinerante por Asturias. Con el tiempo, en respuesta a las necesidades socio-eclesiales que iban surgiendo y de acuerdo con nuestro carisma evangelizador, se abrió un primer colegio provisional en 1938. Posteriormente, en 1941, se inauguraría el edificio actual y en 1966, tras la ampliación del centro educativo, la nueva iglesia colegial pasó a ser parroquial. También desde 1945 los claretianos tenemos encomendado el cuidado del Santuario de Nuestra Señora de Contrueces, patrona histórica de Gijón.

    

¿Qué ha aportado y aporta nuestra Congregación a la Iglesia y a Gijón? En primer lugar, nuestro talante misionero, que “Dios sea conocido, amado, servido y alabado” desde la centralidad de la Palabra de Dios y la eucaristía. Sumamos universalidad al tiempo que nos sentimos plenamente insertos en la Iglesia diocesana de Asturias. Hacemos propia la realidad humana y social de nuestro tiempo y sus gentes ofreciendo, con claridad de identidad y el debido respeto a una sociedad plural, una visión trascendente de la vida y del mundo. Acompañamos con cercanía procesos educativos y de fe ayudados de la pedagogía de la cordialidad como Hijos que somos del Corazón de María. Y finalmente, nuestra presencia no sería completa si no apostáramos por los más vulnerables, los más débiles y los más castigados por las injusticias del mundo.